De nuevo otra noticia triste, esta vez la he encontrado en el excelente blog del autor de "Soldados de Hierro", Francisco Torres, que os recomiendo mirar de vez en cuando, se llama "La estantería". Sobre todo en temas referentes a la División Azul y como el que mejor conoció a Serapio Martínez fue Paco, que sea el quien lo explique con su artículo:
El recuerdo que no debe faltar a uno de mis soldados de hierro
(En la muerte de Serapio Martínez Moñino). Hubiera querido acercarme a decirle adiós, a musitar un ¡Presente! y una oración. Las circunstancias y la coincidencia lo han hecho imposible pero no quiero dejar pasar el tiempo escudándome en la distancia y la lejanía a mis fotos y notas para no despedirle con un recuerdo. Esta mañana de un viernes de diciembre, cuando hace unos días despedia a otro divisionario que marchaba a los luceros, casi por casualidad, al leer la prensa local, no puede evitar un rictus de rabia al leer la esquela que comunicaba el fallecimiento el día 18 de Serapio Martínez Moñino, voluntario de la División Azul. Mi relación con él no fue muy profunda. Hace tres o cuatro años le escribí una carta a la dirección que un amigo me había facilitado. Un buen día al descolgar el teléfono y oír su voz, antes de que me dijera quien era ya le contestaba: usted es Serapio Martínez.
Quedamos inmediatamente en la residencia donde se encontraba. Recuerdo que el primer día me comentaba que estaba algo nerviosos, que casi no había dormido recordando sus días en la División, aquellas semanas en el infierno de Possad, a sus amigos Felipe Marín Fuentes y César Rocamora, guardaba unas fotos de ellos, caídos allí. Pero quería que charláramos, desempolvar sus recuerdos para que quedara constancia. Me había preparado un álbum con sus fotos de Rusia: “casi todas son del hospital porque era cuando teníamos tiempo de hacernos fotos”. En una carpeta tenía todos los fascículos del coleccionable que yo había escrito entre 1991 y 1992 sobre la División Azul. No sabia que eran míos. Tenía guardados los versos de su amigo Luis Luna y un registro con heridos y caídos de su compañía, la 2ª del 263 del Regimiento Vierna, la compañía de los murcianos.
Desgranó su experiencia en la zona republicana, la persecución, su detención y haber sufrido una ejecución falsa: “nos llevaron a una zona de tiro, formaron el piquete y nos dispusimos a morir, fingieron que iban a disparar pero los disparos no sonaron”. Más tarde al movilizar la quinta del cuarenta los republicanos le llamaron a filas, fingió ataques epilépticos: “yo no quería ir a disparar contra los míos”. Finalmente tuvo que incorporarse pero el bueno de Serapio se las apañó para no disparar y acabó de ayudante del Comisario Político de la unidad: “yo, un tradicionalista encargado de la lealtad política de la tropa” y reía cuando me lo contaba. Todo ello pesó en su decisión de alistarse en junio de 1941, tenía 21 años. La guerra hacia dos años que había acabado, estaba afiliado a Falange y tenía todas las puertas abiertas, pero decidió marchar a Rusia a combatir al comunismo.
Estuvimos charlando toda la tarde y en no pocas ocasiones sus ojos se tornaron vidriosos. Anécdotas de la vida cotidiana, de los “jaleos” de sus compañeros con las rusas: “yo era muy inocente”. Su recuerdo más duro era el de ver caer a sus amigos: “Possad fue algo terrible. Yo había estado en el frente pero aquello era la guerra de verdad. No podíamos estar en los refugios, te mojabas, te helabas o te asfixiabas… La comida era muchas veces fría. Aún quedaba alguna casa de pie, pero era muy peligroso. Nosotros quitábamos algunos troncos para poder disparar… un disparo voló una de ellas con los nuestros dentro, sólo pudimos recoger los pedazos en una manta”. Serapio salió relativamente bien de Possad: “se me congeló el pie. No sé como no caímos todos. Debió ser el último día. Nos atacaban por todas partes. Alguien dio orden de calar bayonetas y salir de las trincheras, yo iba medio cojo pero cargamos cantando el Cara al Sol y pusimos a los rojos en fuga”. Después vino el hospital. Conservo en mi archivo copia de sus fotos: con el pijama, jugando al ajedrez o paseando por los alrededores del hospital.
La guerra se terminó pronto. En marzo de 1942 volvía a Murcia junto con otros heridos. Serapio se mantuvo siempre leal a sus ideas. Recuerdo haberle visto, pese a su edad y limitaciones, en la misa del Veinte de Noviembre por Franco y José Antonio. Se cogia su autobús y allí estaba cumpliendo con su deber. Yo no quería ahora faltar al mío, que ya es despedir de forma pública a mis viejos Soldados de Hierro que se marchan a sus luceros
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