Marcó un hito y casi una odisea, ya que una mujer viviendo y combatiendo en un buque de guerra sin ser descubierta, con las duras condiciones de vida en aquellos barcos llenos de hombres tiene su mérito. Es el caso de una mujer que se alistó en dicho cuerpo, haciéndose pasar por hombre. Además era coetánea de Martín Álvarez, luchando al igual que él en San Vicente.
El 26 de junio de 1793 y pasándose por hombre, sentaba plaza de voluntario de Infantería de Marina, en la Sexta Compañía del XI Batallón, quien respondía al nombre de Antonio María de Soto, natural de la villa de Aguilar (Córdoba), a la edad de 16 años, mínima para estos casos. En su asiento figuraba ser hijo de Tomás y tener el pelo castaño y los ojos pardos.
Con motivo de la guerra con Francia, el 4 de Enero de 1794, Soto se embarcó en la fragata Mercedes, de 34 cañones, realizando diversas campañas de escolta y vigilancia de las costas españolas para, finalmente, dirigirse a Rosas, sitiada por los franceses que acababan de conquistar Figueras sin encontrar resistencia. A la llegada y con la protección artillera de la flota de Gravina, el batallón de Soto desembarcó uniéndose al grupo de soldados que, heroicamente, defendían la plaza, hasta que la situación se hizo insostenible teniendo que retirarse y reembarcar nuevamente, dirigiendo Gravina la evacuación. En esta su primera acción militar, destacó por su valor y sacrificio.
En 1796, su buque
Sus destinos fueron muy diversos y en todos actuó con eficacia, disciplina y abnegación. Embarcó en las fragatas "Mercedes", participando en el combate naval de San Vicente, y "Matilde" y luchó en Aljama, Bañuls y Rosas, y en 1797 formó parte de la guarnición de las famosas cañoneras de Barceló, que con otras fuerzas sutiles defendieron Cádiz.
Pese a que su comportamiento siempre había sido ejemplar, no hubiese saltado a la fama y a la historia cuando en 1.798, después de cinco años y cuatro meses de servicio, dispuso el Almirante Mazarredo, el desembarco del soldado voluntario de Infantería de Marina, Antonio María de Soto, a quien como consecuencia de un reconocimiento médico por unas fiebres que padecía, se había descubierto que se trataba de una mujer y que, en realidad se llamaba Ana María Antonia de Soto, y no sólo la concedieron una licencia honrosa, sino el premio que correspondía a su patriótico e inusual proceder.
Por la Real Orden de 4 de diciembre de 1798 se le concedía el grado y sueldo de sargento primero de Batallones, y por otra de 24 de julio del año siguiente, "en atención a la heroicidad de esta mujer, la acrisolada conducta y singulares costumbres con que se ha comportado durante el tiempo de sus apreciables servicios...", se le otorgaban dos reales diarios por vía de pensión y "que en los trajes propios de su sexo pueda usar de los colores del uniforme de Marina como distintivo militar".
Y poco más se sabe de ella. Una pena que no le contara su historia a alguien, como sí hizo Catalina de Erauso, por mencionar a otra mujer de armas. Sí se conoce que hacia 1809, en plena guerra de la Independencia, le racanearon la pensión. Y que en Montilla al parecer regentó un estanco, cuya licencia le fue arrebatada injustamente en 1819 en época del ominoso Fernando VII. Ignoro si esta mujer es recordada por los actuales infantes de Marina , entre los que se cuentan no pocas mujeres. Espero que sí. Sería bonito que un buque llevara su nombre, ya sea pequeño o grande llevara su nombre. Pero en fin son tantos los héroes que merecerían buques y cuarteles, que siempre se les olvida. Algún día habrá que realizar recopilaciones de todos los héroes de cada época y arma de nuestros ejércitos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario