Interesante artículo de Antonio Botías en el diario "La Verdad" el 25 de mayo de 2015 sobre otro inventor murciano, Manuel Daza. Que aunque tenía cosas interesantes no llegaba a De La Cierva y a Isaac Peral, eso si tampoco mereció el destino.
El 'toxpiro', un arma secreta murciana
El torpedo Daza se consideró en 1898 como la última esperanza contra los americanos
El submarino Peral, el autogiro de La Cierva, el cajero automático de Anaya, la luz que se respira de Guillén, el pastel de carne, el paparajote y, con poco que me aprieten, hasta el pan tumaca que los emigrantes murcianos llevaron a Cataluña mientras empapaban de ilusiones y sudor las obras del Metro de Barcelona. Inventos murcianos a los que debe sumarse un ingenio tan sorprendente como desconocido: el 'toxpiro'.
El 'toxpiro', que incluso Azorín describió en una de sus obras, era el arma definitiva, la que vengaría el desastre de Cuba en 1898 y defendería las costas patrias si a los americanos, como se temía, les daba por cruzar el océano. 'Toxpiro', que en griego venía a ser 'fuego envenenado'. Su inventor fue el alhameño Manuel Daza, cuyo proyecto inundaría las páginas de los diarios de la época. 'El Liberal' de Madrid llegó a exclamar: «¡Ojalá el invento sea el hierro vengador de los marinos de Cavite y Santiago de Cuba!».
Las expectativas eran desorbitadas. Hasta el extremo de que la prensa, como hizo la revista 'Electrón' en junio de 1898, advertía de que si Estados Unidos contaba con los inventos de Edison, España tenía a «un inventor que le da tres y raya al electricista yanqui». Electricista.
Varias eran las novedades de aquel «automóvil aéreo», como lo describió 'El Mercantil Valenciano'. Podía volar 40 kilómetros en línea recta y a una velocidad fija de unos 400 metros por segundo. El impacto equivalía, según 'El Heraldo', a la «caída de 20 vagones cargados con sus 10.000 kilos correspondientes». Sin contar con las sustancias venenosas que esparcía. Además, su escaso peso y «su extraordinaria baratura» lo convertían en el arma definitiva.
Un exilado de lujo
Manuel Daza Gómez nació en Alhama de Murcia el 31 de julio de 1853. En 1965 ingresó en el colegio de los Padres Escolapios de Yecla. Concluiría su bachiller en el Seminario de San Fulgencio, en Murcia, y en el Instituto de Lorca. Incorporado a filas como alférez de caballería en la tercera Guerra Carlista (1873), al final se exilió a Francia y se estableció en Pau.
Apasionado de la mecánica y las matemáticas, autodidacta, a su regreso a Yecla construyó un molino de harina movido a vapor y se casó con una rica hacendada. Entre sus primeros inventos figuró una pila eléctrica de gran potencia, con la se dio a conocer en Madrid. Más tarde, patentó una sonda, un bastón eléctrico y una máquina de escribir. Su más conocida innovación fue una taladradora para perforar pozos artesianos, que le valió el nombramiento de miembro honorario de la Academia de Inventores de París.
En marzo de 1898 se realizaron en Madrid las primeras pruebas del 'toxpiro' que, aunque no fueron tan satisfactorias como se esperaba, sí permitieron que Daza se trasladara a Sevilla para perfeccionarlo, haciendo antes las correcciones necesarias. Eso permitió que, dos meses más tarde, el proyectil ofreciera una trayectoria más precisa. A bordo del acorazado 'Pelayo', fondeado en Cádiz, se ultimaban los preparativos para la terrible venganza contra los americanos.
Poco más reflejaría la prensa durante los meses siguientes, sobre todo por la opinión extendida de que el enemigo no debía conocer los secretos del ingenio. «Convendría, pues, el silencio», aconsejaba 'El Diario de Murcia'. Pero unos días más tarde aportaba una minuciosa descripción del mismo.
El 'toxpiro' estaba formado por un tubo de hierro, al que iba adosado otro que hacía las veces de cañón o cámara de carga. En él se introducía la cantidad de pólvora calculada para alcanzar el blanco. El proyectil, de forma cónica y achatada, iba cargado «de materias explosivas». Era, sin duda, el antecedente de la propulsión a chorro que llevaría más tarde al hombre a la Luna.
El Gobierno lo rechaza
Tras hacerse el disparo, un aparato adosado a su base impulsaba el proyectil antes de que comenzara a perder velocidad. De esa forma, según Daza, podía crubrir enormes distancias en línea recta. El inventor recomendaba su uso como cañones guardacostas y a bordo de buques, para batir poblaciones costeras. Pero no convencía. El ministro de Marina devolvió en julio la memoria del invento a su autor. La comisión que había valorado el artefacto encontró deficiencias técnicas y le animó a corregir el «cohete-torpedo» en Cartagena. Pero Daza rechazó la propuesta y anunció que demostraría su utilidad. Un industrial madrileño le ofreció los 50.000 duros que necesitaba para los experimentos.
Rechazado el proyecto por el Gobierno, en abril de 1900 Daza regresó a Yecla para ensayar su invención en la Sierra de Salinas. Los primeros ensayos se efectuaron en agosto, sin óptimos resultados y «ante numerosa concurrencia», según 'El Diario'. En agosto volvieron a realizarse pruebas. Y, de nuevo, fracasaron, condenando ya al olvido al invento y a su inventor.
Y poco más. Los comerciantes murcianos, entre los más ingeniosos del mundo, pronto bautizaron como 'toxpiro' a una especie de bomba de confetis, que podía comprarse por 10 céntimos en la calle de San Antonio o en Casa de Clemares, Platería, donde los llamaban «tóxpiros lanza confetti».
El cohete, como arma de guerra, era conocido desde la antigüedad. Pero acaso fue este murciano quien supo perfeccionarlo y luego, como se acostumbra, padecer el más absoluto olvido.
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